miércoles, 30 de noviembre de 2011

Un toque dulce a la vida.

Aprendí que la suma de dos y dos son cuatro, que no hay que dar más de lo que se recibe. Que no hay que ilusionarse demasiado, que la vida es un regalo.
 Me enseñaron que el futuro no está escrito, que el universo es infinito y que nosotros somos personas diminutas casi inexistentes. Aprendí a no creer en las promesas, a confiar en casi nadie y a contar con los dedos de la mano a quien de verdad siempre estuvo a mi lado.

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