sábado, 19 de noviembre de 2011

Se necesitan dos años para aprender a hablar, sesenta para aprender a callar.

Con el tiempo, aprendí a llorar con una sonrisa en los labios, a chillar con una voz suave. A atacar con bolas de algodón, y hundirme mientras salgo volando. Contemplé ocasos de soles, lunas y de personas, pero pocos amaneceres. Sin embargo, lucho como el primer día. Confío cada vez menos, supongo cada vez más. Me planteo la cantidad de cosas que aún mantengo, no las que se van.

No hay comentarios:

Publicar un comentario