domingo, 18 de diciembre de 2011

Las cosas claras, y el chocolate espeso.

Y ahora es cuando me doy cuenta de que no sólo estamos hechos de un poco de carne recubierta por un fino tejido llamado piel. Somos armas peligrosas, caprichosas, somos audaces. Peligrosas cual bala atravesando un corazón, sin querer, pero atravesándolo. Caprichosas, somos como niños pequeños que quieren a su juguete favorito, cuando lo tienen cerca, lo ignoran, sólo para un ratito. Cuando lo tienen lejos, lloran, lo añoran. Audaces, tan audaces como para saber cuando tenemos que actuar o como para saber cuando tenemos que darnos un puntito en la boca. Somos armas diseñadas, aunque también con algunos fallos, y un tanto imbéciles. A algunas personas les falla su parte audaz. Algunas personas, cuando debería actuar, les falla todas las articulaciones de su cuerpo y su mente señala "bloqueado". Propondría a quién haya creado a estas potentes armas, arreglara a quien le fallara algunas cosas, pero otras no importa, es cierto que sin errores no somos humanos. Prefiero estar con mis mil defectos, a pretender ser alguien que no soy.


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