miércoles, 7 de marzo de 2012

Es tan fácil como complicarlo.

Las cosas fluyen por si solas, el tiempo no acelera ni frena porque alguien diga que se baja en la próxima parada, quizás nadie le espere en el siguiente destino, o sencillamente se duerme en el tren. En ese caso te despertarás en la parada número cien preguntándote por qué nadie te despertó, por qué nadie fue capaz de decirte que era la hora de que bajaras, porque todo el mundo estaba en su mundo, tantas preguntas para nada, la conclusión es fácil de averiguar, a nadie le interesaba que bajaras del tren. Porque al fin y al cabo somos como fantasmas, podemos estar presentes de cuerpo pero no de espíritu, y viceversa.

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